Bebamos de nuestros cuerpos, quitemos la sed de sabiduría.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Infección


Entre abrí los ojos y los rayos del sol me lastimaban.
Ese día no trabajaba, en la ciudad había paro, lo que hacia que algunos transportes no funcionacen, asi que me desperté tarde.
Bajé de la habitación al living y lo primero que divisé fueron a mis tías y sus hijos pequeños, mis primos.
Mi cara de feliz cumpleaños para evitar el odio hacia ellos, fue esta vez más importante que mi último cumpleaños.
Ese día sabía que nadie iría al colegio, entonces yo no debía ir, pero esta vez me convenía para sacarme a esos críos de encima y sus madres insoportables que no paraban de pellizcarte los cachetes como si tuviera cinco años.
Salí a la calle y esperé dos horas el colectivo. Estaba vacío. Era increíble, ya que todos los días estaba repleto de gente que iba al centro.
 Cuando bajé en la calle corrientes y Callao, me impactó tal soledad. Los puestos de accesorios que normalmente estallaban de gente, estaban cerrados y los subtes enrejados.
 En el colegio salimos antes ya que muchos profesores no pudieron ir por falta de transporte, así que volví a mi casa. Cuando salí, no había nadie literalmente, y el piso estaba cubierto de bichos, parecían grillos, por todos lados. Era asqueroso. Todos ellos venían de las alcantarillas.
 De repente me di cuenta que no estaba ninguno de mis compañeros, no había ningún transporte circulando, no se movía ni un alma, excepto la mía.
 Sólo podías escuchar la brisa chocar contra las bolsas de basura, y el cambio de semáforos que funcionaba para nadie.
 Tuve que volver a casa caminando. Cuando iba por las calles, las luces dejaron de funcionar y la ciudad, en la que la noche cubría, se pintó de un color oscuro. Andaba sin poder ver donde iba, y cada tanto me chocaba con algún objeto en el medio de la vereda.
Llegando a mi barrio, por la calle de mi casa, sentí que algo andaba mal. Era un barrio que solía estar tranquilo. Pero la que había en ese momento daba escalofríos.
  Todo estaba negro, pero cuando llegué a mi cuadra, las luces parecían funcionar perfectamente, como si nada hubiera pasado. Y en el edificio donde vivía, el ascensor me llevó a mi quinto piso como lo hacía a diario.
   Cuando entré al departamento, mi madre me recibió con una sonrisa y me avisó que ya estaba la cena hecha, algo que me asombraba, ya que no me cocinaba ya hace unos varios años, y nunca me recibía con una sonrisa; es más, nunca sonreía a nadie. Mi madre era una persona que de niña, fue maltratada por su padre, nunca le prestaba atención y nunca recibía ningún dulce como los demás niños. Mi abuela no cocinaba y siempre estaba tirada en su cama fumando cigarrillos y tomando café, y cada tanto le agarraba depresión eh intentaba suicidarse. Gabi, mi madre, estudió al igual que la mayoría de su familia, en la universidad tecnológica nacional y se recibió en el profesorado de matemática, por lo cual toda la vida, desde que nací yo, ah dado clases para jóvenes  que sólo van a la universidad a perder el tiempo, y nunca estudiar para la "supuesta" carrera que "eligieron".
  Así que Gabi todos los días vuelve frustrada del trabajo, y lo que menos piensa es en cocinarme; y menos mal, por que su comida es asquerosa.
 Por eso la situación me parecía extraña.
- Madre, estás contenta hoy, verdad? le dije sorprendida.
- Hay, pero si estoy como todos los días. Qué, se nota que me hice algo en el pelo? respondió mi madre.
- No, sólo que te noto algo diferente.- contesté.

Ese fue el único diálogo, hasta que le pregunté que era lo que había concinado y me contestó que había hecho milanesas con pure y de aderezo ketchup. Cuando dijo eso supe que no era mi mamá. Claramente ella, si fuera la "verdadera ella", no habría puesto ketchup en mi plato, así que le grité con toda mi furia:
- Quién sos?! Devuélveme a Gabi!!
Así como si nada, el cuerpo de "la madre falsa" se empezó a mover de una manera extraña, retorciéndose y luego rompiendo su carcaza de madre. De adentro salió una cucaracha gigante. Era asquerosa, como lo son todas, pero esta peor por que tenía el tamaño de un jugador de basquet. Era de un color bordó tirando a majenta, con un mucus blanco saliendole de los poros, y pequeños pelos por todo su cuerpo. Tenía unas tenazas y boca negra, y unos ojos y cara todos sucios. Realmente era lo más asqueroso y repulsivo que había visto en mi vida.
- Quieres a tu madre? - respondió con la voz irónica - Puez ahí la tienes.
Miré lo que señalaba con sus garras hacia arriba y vi el cuerpo frágil de Gabriela todo sujetado por hilos de moco y baba y quién sabe que más. Mi corazón palpitaba a mil por hora. y realmente no sabía que hacer. En un momento pensé que podía ser la única persona viva en todo Buenos Aires.
  La cucaracha tomó tono para hablar y me dijo que había vivido en las cañerías de mi hogar durante muchos años y que había estado reproduciéndose para lograr miles y miles de cucarachitas pequeñas igual que asquerosas que esa para luego dominar el país o el mundo si era necesario. (ahí me di cuenta por que nunca se iban las cucarachas de mi cocina aunque le echemos toneladas de veneno, ya que estaban ocultas en las cañerías)
  El bicho asqueroso me revolió para todos lados y me desgarró la ropa, y me llenó de esa baba asquerosa. Me tiró al suelo y me quedé casi inconsciente, pero luego miré a mi derecha y vi el nuevo veneno para las plagas. El veneno más poderoso que podías comprar en el mercado. Me tomé de valor, me tiré sobre el insecto, y le rocié la sustancia, que hizo que se retorciera de dolor y se derritiera por toda la cocina, dejando todo el piso pegajoso.
 Si, había matado a esa molestia, pero quedaba como hecho que todas las personas habían muerto y que seguro estaban todas colgadas en sus casas.

De repente empiezo a escuchar un ruido extraño, un ruido aturdecedor, y hace que abra los ojos.
Era el despertador de las siete de la mañana que me despertaba para ir a trabajar como todos los días. El alivio que tuve hizo que valla y abrazara a mi madre como nunca antes.

Fin. M. G.

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