17.30
No se muy bien, pero creo que es una historia de absoluta locura, o de solo aburrimiento...
Yo estaba allí, esperando en la calle las Heras al colectivo 29 que me llevaría luego a mi casa. Mi cuerpo me pesaba, y es de esperarse luego de un día de larga caminata.
Estaba casi lleno, pero pude notar un asiento vacío en la tercer fila de la derecha, justo al lado de la ventana, que es donde más me gusta estar en un viaje de casi una hora por todo Buenos Aires.
Todavía podía ver los descampados de Olivos y oler el aroma de los árboles y el oxígeno; que en la ciudad no se puede apreciar por la polución que no te deja respirar.
Era perfecto. Delante mio sentaba ella. Pelo castaño claro y carré. Tenía una musculosa amarilla que hacia notar parte de su espalda y sus hombros. Allí estaban: cinco lunares que formaban una constelación o algo parecido. Cada uno tenía diferentes tamaños, como planetas en diferentes distancias.
Leía un libro; pensé que podía ser uno de esos libros de amores encontrados, en donde un galán rico se enamora de la mu cama y recién terminado la novela estos dos se besan y hacen el amor como si fuera el fin del mundo. Me lo imaginé por la forma que movía el chupetín que tenía en la boca. De un lado a otro, muy inquieto, como ansioso por el siguiente paso de la trama de esa historia de amor.
18:00
Miro por la ventanilla y veo una mujer. Seguro pensando que tiene que pagar las cuentas cuando llegue a su casa.
Más adelante está ese hombre, de aproximadamente 30 años de edad. Viste un pantalón holgado y un buzo con la capucha puesta lo que me parece algo sospechoso por que hoy hacen casi 30 grados de temperatura. Tiene las manos en los bolsillos del canguro lo que me da aún más miedo. En ese momento pienso que tal vez está esperando algo o a alguien.
Se para delante de ella, lo hace de forma desagradable y atemorisante, lo que hace que la señora no pueda gritar por la parálisis que tiene por el susto que se pega. Sabe que no puede correr por que ese hombre tiene las manos en los bolsillos y podría hacer cualquier cosa, por lo que opta escuchar a su atacante y acceder a lo que sea.
Dame el dinero y las joyas. Típica frase que creemos que nos van a decir cuando un atacante se nos aparece. Pero yo no se quién ese hombre y por qué está allí.
El colectivo para en el semáforo en rojo, lo que me permite ver detalladamente la escena del crimen y pedir ayuda desesperadamente para la señora. Pero no pasa lo que esperaba. El hombre parece decir algunas cosas seriamente, mirando a todos lados como si fuera perseguido por alguien. La mujer saca un fajo de dinero y se lo da al hombre; este a cambio le da una bolsita, que luego ella abre y huele para saber que es correcto lo que pagó tan caro.
18:30
Semáforo en verde. Sube un chico y me mira con cara de llamar la atención de todos, pensando que todos en ese colectivo quisieran acostarse con él sólo por que es bonito. Pero no señor! a mi no me atrae esa clase de gente y recuerdo que estoy enamorada.
Ese mismo día lo había ido a buscar al trabajo y lo llevé a un descampado justo al lado del río e hicimos un picnic. Hicimos el amor allí. Dentro de una carpa para playa que se me ocurrió llevar el día anterior.
20:00
Ya llegué a casa, tengo un sueño de tal magnitud que ya no puedo jugar a ese jueguito loco del que estoy hace cinco minutos.
Por fin caigo en mi cama, lentamente, como si el tiro de una ametralladora me llegara al pecho y el impacto sea tan fuerte que me haga caer sin siquiera poder gritar o moverme. Cierro los ojos y estoy en otro mundo, en la oscuridad.
14:15
Creo que son las dos de la tarde. Me levanto y siento que dormí por tres días seguidos. Me llega un mensaje de una amiga avisándome que está saliendo para acá. Voy al balcón, saco mi cigarrera y tomo un cigarro. Lo prendo; hay tanto silencio en ese lugar que logro escuchar las brazas quemándose y retorciéndose en el fuego.
Ya pasaron veinte minutos y pongo música para elevar mi sensación de felicidad en el pecho. Me pongo a ver videos tan llegaderos que no puedo evitar preguntarme: ¿Cómo hacen estos tipos?
Suena un timbre, casi salto del asiento y no entiendo de dónde proviene ese sonido tan penetrante que te lastima hasta los oídos. Es ella. Micaela responde con un tono aburrido: Soy yo, Bajá.
El ascensor no llega más a la planta baja. Me agarra claustrofobia y me cuesta respirar. Me pregunta si la puedo acompañar a ver a su madre al hospital luego de un coma alcohólico después de tomar con su novio toda la noche. Tomamos un taxi en la esquina de mi casa. En el viaje no paraba de hablar y por segundos el silencio me hacía creer que estaba sola.
16:00
La entrada era tenebrosa, como siempre un guardia de seguridad te pregunta a dónde vas, como si lo que le dijera realmente le importara. Por qué en verdad, no sabe que yo puedo buscar la información de un paciente y hacerle creer que soy un familiar, y luego voy a la habitación de un maldito que odio, saco una navaja se la clavo en la garganta (para que no grite) y luego le apuñalo el corazón (lo que me permitiría una muerte rápida). Luego me iría disimuladamente, como si nada hubiera pasado y me dirijo a la salida.
Todo es celeste, como si no les hubiera dado el presupuesto para hacerlo todo más "alegre". Siento como si de golpe escuchara gritos de algún paciente de algún psiquiátrico, gritando sus nombres una y otra vez, o pidiendo auxilio creyendo que alguien los encerró allí por equivocación.
Me siento en uno de los asientos rojos de esa sala y me pongo a leer un libro de Paulo Cohelo. De repente levanto la vista hacia el pasillo que está delante mio y observo que es muy largo y que cada vez el final está más lejos.
21:00
Nos sentamos en uno de los lugares más accesibles de esa plaza. Micaela había comprado unas cervezas y las teníamos que tomar antes de que se calentaran. Ya iba por la cuarta, el cuerpo lo empezaba a sentir más flojo. Ya empezaba a oscureces, y ahí lo sentí..
Una mano tocó mi espalda y ahí fue cuando pasó. Esa misma frase que creía que saldría de la boca del hombre con capucha que esperaba a la mujer al principio. Dame el dinero y las joyas. Pero esta vez se agregó una oración más. Dame el dinero o te disparo.
Tenía el mismo parálisis que creía que tendría esa mujer. Llevaba conmigo sólo diez pesos que me habían sobrado del día anterior. Me insistió. Dame el dinero o te mato. Le dije que no tenía nada.
De repente sentí que el cielo daba vueltas. Una presión en mi pecho hizo que caiga en el pasto recién cortado. Mis piernas y mis brazos me empezaron a temblar. Ya no aguantaba esa presión. Sentía como si algo dentro de mi quisiera salir; creía que podía ser mi alma queriéndose escapar o simplemente (pero no tan simple) era una bala que había entrado por mi pecho, justo del lado izquierdo donde se encontraba el corazón.
Mis párpados se cerraban y no podía abrirlos por completos. Una sensación de sueño y cansancio..
Ya no pude ver más, pero podía escuchar los gritos de mi amiga nombrándome una y otra vez.
Ya no oí más, ni sentí nada más, ya no podía hacer nada. Era nada. Un pasado que quedaría en las mentes de unos y sería olvidado por otros..
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